jueves, septiembre 15, 2005

Contradicciones

Cada cierto tiempo me gusta visitar otros blogs, tomarme mi tiempo en leerlos (algunos los he podido leer completamente) e irlos incorporando al listado de este blog.

Hace días me topé con un blog dedicado a alguien donde le daban un plazo para develarse, pero no voy a escribir sobre eso.

Lo que más me llamó la atención fueron los comentarios de los diferentes posteos. Entre esos comentarios había unos poquísimos con defensas muy bien estructuradas, muy bien expuestas.

Entre aquellos poquísimos estaban los de una persona que, cuando recién empecé a escribir mis primeros posteos por Mayo, hizo justamente lo que ahora censura.

Comentario tras comentario exponía como “malo” exactamente lo que él hizo, era como si tuviera amnesia, amnesia total.

Y lo hacía con una fuerza y vehemencia que conmovían, en el sentido de observar que no se daba cuenta de sí mismo ni de su actitud.

Eso me hizo reflexionar en lo siguiente:

¿Por qué somos tan contradictorios? ¿Por qué somos ciegos cuando de ver las cosas del otro se trata? ¿Por qué aplicamos la ley del embudo con tanta soltura?

Si alguien escribe algo con lo cual, a primera vista no concordamos, inmediatamente se hace uso de todo el arsenal intelectual para hacerle saber lo mal que está.

Ni siquiera se nos pasan por la cabeza las preguntas: ¿Habré entendido su punto de vista? ¿A lo que se refiere es lo mismo que yo creo que es?

Si, en cambio, somos nosotros los que hacemos mal, todo cambia. Somos indulgentes, ya la cosa no es tan grave. Tenemos mil y una excusas, motivos, todos buenos… a nuestros ojos, claro.

Es difícil ser coherente. Es difícil aplicarnos las mismas leyes y principios que con tanta frialdad (a veces rayando en crueldad) y celeridad aplicamos a otros.

Es difícil salir por un momento del YO y tratar de entender el TODOS.

Es difícil pero lo más importante en todo esto es APRENDER.

Y siempre digo… yo estuve ahí. También he hecho eso y seguramente en el futuro lo haré porque nadie es infalible. No me excluyo de errar. Lo lamentable sería insistir en el error, congraciarse y vanagloriarse en él.

En otras palabras, negarse a aprender… pero claro, para aprender primero hay que darse cuenta que no se sabe.

El gran obstáculo aquí es la “ceguera”.

Esa ceguera que, en algún momento, hemos entendido al darnos cuenta de algo y decirnos: Pero… ¿Cómo no pude ver esto? si estaba ahí, frente a mí!

Esa ceguera que seguramente conocerán cuando al explicar algo, pueden verla en los ojos del interlocutor.

Podrían pasar horas de explicación, ejemplos, revisiones y seguirá repitiendo exactamente su punto de vista (YO) sin considerar ponerse en la visión del otro (TODOS) aún cuando no concuerde con ella.

Sin embargo eso no impide usar el intelecto de maneras a veces brillantes para explicar, defender y justificar.

Y ojo, que no se trata de concordar con lo del otro sino de COMPRENDER su visión. Se puede concordar o no pero el comprender debe ir primero.

Hablar sin comprender, por muy elaboradas, intelectuales, llenas de referencias históricas, etc. que sean las palabras… ¿Sirve de algo? ¿Qué creen Uds.?

En el momento en que se adquiere la nueva visión, normalmente por experiencia propia y directa, en ese momento llega la comprensión.

Ahí si estamos en otra etapa, listos para aprehender la nueva información.

Particularmente no considero algo deseable la etapa contradictoria pero, al inicio si es necesaria porque llegará un momento en que revises lo que has escrito o dicho y puedas ver las contradicciones. Eso te llevará a reflexionar y avanzar.

Creo también que, siendo esto una gran cadena, así como yo puedo ver personas atravesando etapas de contradicción que yo ya pasé, así mismo hay otros viéndome pasar etapas a mí. Y eso no me parece vergonzoso sino parte del aprendizaje.

Lo que si sería lamentable, repito… es que, después de darse cuenta, por testarudez o vergüenza, buscar justificativos para seguir en el error.

Cuando justamente eso, seguir en el error, es lo que más daño hace.

5 comentarios:

FernanDoylet dijo...

Lo mas interesante es que las "dicotomias" pueden co-existir sin negar sus partes totalmente contradictorias. Como dicen muchos: haz lo que digo y no lo que hago.

Anónimo dijo...

La verdad es que trato de leer muchos blogs, bastantes... Pero no se a quien te refieres en este post.

Pero bueno, parece que estos comentarios te afectaron, y a eso se debe el que le dediques un post, mas que el simple hecho de comentar una condicion llamemosla "humana" como la contradiccion de nustros propios pensamientos cuando los vemos en otros.

Con eso creo que dije lo que pensaba, este acto no es mas que algo que nuestra condicion de humanos nos lleva a practicarla.

Nuestras ganas de ser perfectos, de tener siempre las respuestas ha todo.

Saludos.

Unknown dijo...

Quien es dueño de la verdad? NADIE. Y al final, como dice Jack Nicholson en "A few good men", No sabemos que hacer con la verdad.

Eso es lo que vuelve a nuestra esp3ecie bella y extraña

Un abrazo y PAZ desde el aura

Ingrid dijo...

Gracias por sus comentarios.

Fernandoylet: de esa incoherencia hablaba :) Así es.

FAP: No soy de jugar ese ping pong de afectarme por algo que me digan. Trato más bien de reflexionar en que se puede aprender de ello. En este caso de las contradicciones. Me gusta la gente que expone sus pensamientos con claridad como tú lo has hecho, por eso honro tu actitud haciendo lo propio.

Ludovico: Así es. Suena algo pedante creerse dueño de la verdad pero sabes? Muy pocos entienden que las palabras de otros no te definen sino en el momento en que tú mismo te las crees.
Paz desde el aura (me encanta esta frase!)

Saludos :)

Hiscariotte dijo...

Yo me considero contradictorio y algo inestable en mis creencias, y no lo digo ni con orgullo ni con vergûenza: es parte de mi aprendizaje (en este punto recuerdo una viñeta de Mafalda en la que decía que el título otorgado por la universidad de la vida te lo dan en tu velorio). En fin, esto soy yo, y tengo mis argumentos temporales para apuntalar o refutar las ideas de los otros, pero serán los otros quienes decidan el grado en que mis palabras les afecten.